Esta ruta nos llevará por los parajes más bucólicos y bellos de la Montaña Palentina, por carreteras de montaña, pero de un muy buen trazado.

Salimos del Convento dirección Aguilar de Campoo, y tomamos desde allí la carretera hacia Cervera del Pisuerga. Dejaremos para otro día la visita a Aguilar y el obligado rito de la compra de galletas, ya que son tantos los atractivos que nos ofrece esta villa que merece dedicarle una jornada completa. El paisaje se abre de repente y nos ofrece una bella panorámica de las montañas en las que nos vamos a introducir. Al llegar a Cervera seguimos dirección a Potes atravesando el Pisuerga, río que nos acompaña durante casi todo el trayecto y gran responsable con las montañas de los hermosos valles por donde va a discurrir nuestro periplo.

La carretera al pie de las montañas se vuelve más sinuosa y empieza a ascender entre un frondoso bosque de robles, que se abre de repente para ofrecernos una vista maravillosa de La Pernía, con el embalse de Requejada, que más parece un acogedor lago de montaña, a nuestros pies, y la gran mole verde del Curavacas, la montaña emblemática palentina, al fondo, observando los verdes prados de los valles.

Descendemos para cruzar el embalse y al cabo de unos pocos kilómetros, ya en el corazón de la Pernía entramos en el pueblo de San Salvador de Cantamuda, donde tras atravesar su puente medieval, nos encontramos con la iglesia románica más bonita del norte de Palencia. Su elegante espadaña de cuatro campanas y sus tres bellos ábsides semicirculares destacan en un paisaje único. Su edificación es del siglo XII, como lo es también el rollo o picota de justicia que se conserva en medio de la plaza del pueblo.

Desde aquí podemos seguir en coche tres kilómetros hasta la abadía de Lebanza por un paisaje salpicado de praderías y boques. En el camino nos encontramos con uno de los pueblos con la arquitectura más típicamente tradicional de la zona: Lebanza. El edificio de la Abadía que vemos es del siglo XVII, y conserva unos pocos restos de sus orígenes románicos del XII, pero, como todo aquí, lo mejor es el entorno. De vuelta en San Salvador, podemos hacer un alto en el camino para almorzar en uno de los restaurantes que tiene este pueblo, donde está garantizada una honrada y tradicional comida de la zona a unos precios razonables.

Continuando por la carretera principal, a un kilómetro, encontramos una desviación a la derecha que nos lleva al valle de Redondos, donde nace el río Pisuerga y el más bello de La Pernía, con sus pequeños y típicos pueblos montañeses cuyos orígenes se remontan a los tiempos de las primeras repoblaciones allá por los inicios del siglo X. Los farallones de Peña Labra y Tres Mares al fondo separan este valle de las vecinas tierras cántabras del Alto Campoo.

Retornamos a la carretera general para seguir nuestro viaje por uno de los paisajes del norte de España menos alterados, y que según ascendemos se va haciendo más agreste. Un espectacular tajo abierto en la montaña caliza es la puerta de entrada al puerto de Piedrasluengas donde aparcaremos en un espacio habilitado para ello y desde donde, si tenemos suerte y el día es claro, se divisa una de las vistas más espectaculares de nuestra península con el macizo de Picos de Europa casi al alcance de la mano y todo el valle de La Liébana a nuestros pies. Inolvidable.

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