Para esta excursión es conveniente no empezar demasiado tarde dado que es algo más larga que las otras propuestas.

 Salimos de Santa María de Mave y tras atravesar las vías del tren accedemos a la autovía de La Meseta, en dirección Santander, hasta llegar a Reinosa. Aquí tomamos la salida dirección Alto Campoo que nos introduce al pie de las montañas de la Hermandad de Campoo de Suso donde comienza su viaje el protagonista de la novela Peñas Arriba, de Pereda, que se aloja en el Castillo de Argüeso, impresionante fortaleza que podemos visitar tomando la carretera que sale del pueblo de Paracuelles. En este castillo habitó Doña Leonor de la Vega, madre del Marqués de Santillana, y fue emblema del señorío de los Mendoza. Construido en el siglo XII con unas reformas importantes en el XIV, consta de dos torreones unidos por un cuerpo central, rodeado todo por una muralla. Es el ejemplo más destacado y antiguo de castillo roqueño de Cantabria.

Volvemos sobre nuestros pasos y retomamos la carretera principal unos pocos kilómetros más hasta Espinilla, y allí la CA-280 nos llevará al puerto de la Palombera, donde hay un mirador que nos permitirá contemplar una maravillosa vista sobre el Valle de Cabuérniga con el bosque del Saja extendiéndose hasta el horizonte. Aquí nada desentona, todo armoniza, la arquitectura tradicional de los pueblos, los verdes prados, sus bosques, uno de los espacios mejor conservado de la península y a los que merecidamente se les ha declarado Reserva y Parque Natural. Atravesarlos en otoño es una de las experiencias más gratificantes que puede tener un amante de la Naturaleza, cuando hayas y robles pintan de mil matices el paisaje mientras infinidad de pequeños arroyos caen en cascada por todos lados.

Mientras disfrutamos bajando lentamente entre esta masa boscosa nos prepararemos para ver dos de los pueblos más bonitos de Cantabria. El primero lo encontramos nada más pasar el pueblo del Tojo cogiendo una desviación que termina en Barcena Mayor, una pequeña aldea declarada Conjunto Histórico Artístico en 1979, después de una restauración que quizás pueda considerarse incluso excesiva, ya que de puro bonito da cierto aspecto de decorado. El coche habrá que dejarlo a la entrada, en el aparcamiento construido para tal fin, ya que está prohibido el tránsito por el pueblo, lo que es de agradecer, pues el paseo por sus calles es encantador.

Volviendo a la carretera principal, unos pocos kilómetros adelante, otra desviación nos llevará al pueblo de Carmona que veremos primero desde la carretera como un bello y armonioso conjunto de casonas de piedra con sus cubiertas a dos aguas con tejas rojas.

Un recorrido por el antiguo empedrado de sus calles, con sus balcones adornados con flores y las casonas con sus fachadas blasonadas es obligatorio. Podemos acabar la visita en el Palacio de los Mier del siglo XVIII, convertido en restaurante.

Desandamos el camino y de nuevo en la ruta principal nos encaminamos hacia el mar, ya cercano. La carretera acaba en Cabezón de la Sal donde enlaza con la autovía del Cantábrico que tomamos dirección Oviedo, hasta la salida de San Vicente de la Barquera. En los apenas 40 kms. de este municipio se concentra tal cantidad de historia, naturaleza, arte y tradiciones que es imposible abarcar en una jornada así que habrá que limitarse a lo más importante.

Un paseo por San Vicente podría empezar por la parte antigua llamada la Puebla Vieja que nos lleva a través de calles tortuosas y casas solariegas hasta la espectacular ciudadela, a la que se accede por alguna de las tres puertas que conserva su muralla. Una vez dentro y después de subir al castillo del siglo XIII y echar un vistazo a la bonita imagen que se divisa de la ciudad desde aquí arriba, se puede visitar su monumental iglesia de Santa María de los Ángeles donde se encuentra una de las esculturas yacentes más hermosas, la del inquisidor Corro, al que vemos leyendo serenamente y que nos recuerda inevitablemente a la del Doncel de Sigüenza.

Si algo define a esta villa es su carácter marinero. En efecto su historia está ligada plenamente al mar, siendo uno de los puertos pesqueros más importantes del cantábrico, por lo que no hay que dejar de dar un paseo por el puerto y barrio de pescadores donde además podemos darnos un merecido homenaje en alguna de las magníficas tascas que allí se encuentran.

Y por fin nuestro encuentro con el mar. Nada más cruzar el precioso puente de la Maza, nos desviamos a la izquierda e inmediatamente enfilamos una fuerte pendiente a nuestra derecha, que nos lleva a un alto, desde el que divisamos la impresionante vista de los acantilados y la playa de Merón, de casi 4 kms. De largo, famosa por sus olas que la han convertido en un centro de surf privilegiado.

Bajamos y dejamos el coche en alguno de los aparcamientos habilitados para ello, y que nos darán acceso a la playa donde al atardecer podemos darnos uno de los más hermosos paseos playeros que se puedan concebir con los Picos de Europa de telón de fondo.

La vuelta la podemos hacer por la Autovía del Cantábrico, que enlaza con la de la Meseta en Torrelavega (dirección Palencia) y que cómodamente, en menos de una hora, nos depositará de nuevo en El Convento

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