Esta excursión nos dará a conocer el municipio más grande y olvidado de Cantabria y uno de los entornos naturales mejor preservados del norte de España. Este valle ha sido tallado por el río Ebro, de ahí su nombre "Val de ripa Ibre", a lo largo de miles de años y alrededor de sus vegas y huertas ha discurrido la vida de sus habitantes.

Salimos de Santa María de Mave y cogemos la autovía de la Meseta dirección Santander Y al poco de pasar Aguilar tomaremos la salida a Quintanilla de las Torres, desde donde sale la carretera comarcal P-630 que atraviesa Valderredible.

El paisaje va cambiando lentamente, cada vez más boscoso y el trigo va cediendo su lugar a verdes prados. Pasado San Andrés de Valdelomar, al lado derecho de la carretera nos encontramos con la espadaña de la iglesia rupestre de Santa María de Valverde, la primera y más importante de las muchas que jalonan este recorrido. Al lado, un centro de interpretación proporciona las claves para entender estas peculiares obras de arte. Como todas las iglesias rupestres de la zona, Santa María data de los siglos IX o X cuando se repoblaron estas tierras con gentes venidas del sur empujados por los árabes. La buena conservación de esta pequeña joya se debe a que está abierta al culto. Al fondo, a la derecha, se conservan tres capillas, origen del eremitorio.

Continuamos nuestro viaje y pasado Villanueva de la Nía, nos encontramos ya con el Ebro que nos acompañara el resto del camino. Polientes, capital del municipio, nuestro próximo destino, tiene bellos ejemplos de arquitectura civil montañesa y un interesante museo etnográfico en el edificio del ayuntamiento. Si tenemos hambre, este pueblo es famoso por su buen hacer gastronómico, sobre todo por sus setas, si es temporada, y por los guisos de cordero.

Diez kilómetros más adelante nos topamos con la Colegiata de San Martín de Elines, antiguo monasterio benedictino y uno de las iglesias románicas más importantes de Cantabria. Sus orígenes son mozárabes del siglo X, y la actual construcción del XII. Su estampa es única y muy conocida especialmente por la esbeltez de su ábside y su torre circular. La visita al claustro nos depara la sorpresa de encontrarnos con unos sarcófagos labrados del siglo XIII.

La carretera nos introduce ahora en un sobrecogedor paraje conocido como los Cañones del Ebro, unas impresionantes hoces que discurren entre Villaescusa y Pesquera y que conforman una de las maravillas naturales de la península. El río ha formado una hendidura que en algunos casos llega a más de 300 m. de desnivel con una geología mágica y una vegetación única, mezcla de mediterránea y atlántica que cuelga de las escarpadas paredes. Del cañón sale una carretera que nos lleva a Orbaneja del Castillo, pueblo escondido donde la leyenda dice que una comunidad judía permaneció olvidada durante siglos. El pueblo es una auténtica maravilla tanto por su enclave, como por la buena conservación de sus típicas casas. Un arroyo nace dentro de él en una cueva que cae en una cascada de una gran belleza. Las montañas que lo circundan dan un aspecto de muralla fantasmal al entorno de donde le debe venir el nombre del Castillo.

Al llegar a Escalona del Prado la carretera conecta con la general que va a Santander por el puerto del Escudo. Seguimos por ella en esta dirección y, tras Cilleruelo de Bezana, nos desviamos dirección Reinosa, pasando junto al Balneario de Corconte.

El camino bordea ahora el embalse del Ebro en un bucólico entorno de praderías y pequeñas aldeas que contrasta con el agreste cañón del que hemos salido. Al llegar a Retortillo podemos hacer un viaje en el tiempo y visitar las ruinas de la ciudad romana de Juliobriga fundada por la IV legión romana en el siglo I antes de Cristo sobre un antiguo castro cántabro.

Sin coger la Autovía de la Meseta, y si la antigua carretera nacional dirección Aguilar de Campoo a los pocos kilómetros llegamos a Cervatos donde se encuentra la Colegiata de San Pedro, una maravilla románica del siglo XII con una bella torre prismática. Esta iglesia es internacionalmente conocida por sus canecillos de un alto contenido erótico, casi pornográfico, donde se dan cita fornicadores, onanistas, damas sugerentes en actitud provocativa, bestias que nos sacan la lengua..., todo un aquelarre de piedra en una explosión de libertad de la que carecerían los siglos posteriores. Con este regusto que nos deja el arte que recrea la alegría de vivir, podemos regresar al Convento por la Autovía de la Meseta.

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